{Como es semana de receso escolar para mis hijos, mi semana estará más ocupada que de costumbre, por lo que compartiré algunos artículos anteriores pero que creo serán de tu interés y edificación. ¡GRacias por acompañarme!}
Es un refrán que hemos escuchado tantas veces… tal vez más de las que quisiéramos en algunos casos. Y en ocasiones hasta nos lo decimos a nosotras mismas, pero con otras palabras: “Yo soy así, y no tiene remedio”. Pero, ¿será cierto? ¿Será realmente que el árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza? ¿Será que si somos de una manera, no tiene arreglo, cambio ni mejoría?
Esta lucha con las torceduras de nuestros troncos, por decirlo de alguna manera, es tan vieja como la propia humanidad. El apóstol Pablo, tan de carne y hueso como tú y yo, se vio muchas veces en ese punto: “Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. 19 Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.” Parece un trabalenguas, pero léelo detenidamente y verás que es lo mismo, dicho con otras palabras.
¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos… (Jeremías 18:6)
Es un refrán que hemos escuchado tantas veces… tal vez más de las que quisiéramos en algunos casos. Y en ocasiones hasta nos lo decimos a nosotras mismas, pero con otras palabras: “Yo soy así, y no tiene remedio”. Pero, ¿será cierto? ¿Será realmente que el árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza? ¿Será que si somos de una manera, no tiene arreglo, cambio ni mejoría?
Depende de en qué o quién te apoyes para “enderezar tu árbol”. Si lo intentamos hacer con nuestras propias fuerzas…será un fracaso y ciertamente el árbol de nuestra vida se quedará torcido. Ahora bien, si un día nos pusimos en manos de Dios, entonces no tenemos razón para decir “yo soy así, no tiene remedio, no voy a cambiar nunca”, etc.
Esta lucha con las torceduras de nuestros troncos, por decirlo de alguna manera, es tan vieja como la propia humanidad. El apóstol Pablo, tan de carne y hueso como tú y yo, se vio muchas veces en ese punto: “Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. 19 Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.” Parece un trabalenguas, pero léelo detenidamente y verás que es lo mismo, dicho con otras palabras.
El otro día yo pensé eso mismo de mí “estoy torcida como un árbol”, “quiero hacer lo bueno pero no lo hago…no tengo remedio”. Muchas veces me he preguntado por qué hay ciertas cosas de mi temperamento que parecen no enderezarse nunca. Fue entonces que todo esto me vino a la mente, el Espíritu se encargó de recordarme que sola no puedo, pero Dios sí. Esto es lo que él nos dice:
Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos… (Isaías 45)
¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos… (Jeremías 18:6)
Dios es especialista en enderezar cosas torcidas, en tomar lo que sale mal y volverlo a hacer, como sucede con el barro y el alfarero. Si realmente nuestra vida le pertenece a Jesús:
- No tenemos derecho a decir que nos quedaremos torcidas, que no tenemos remedio y que los demás tienen que aceptarnos así. Esa afirmación implica dos cosas. La primera, Dios es tu Salvador pero no el Señor de tu vida. La segunda, estás limitando el poder de Dios y lo que él puede hacer contigo.
- Cuando muchas veces tenemos deseos de “tirar la toalla” porque otra vez nos equivocamos, porque otra vez hicimos lo que en muchas otras oportunidades dijimos que no haríamos más, tenemos que recordar que somos barro y que Dios es nuestro alfarero. Cuando él ve que la vasija está agrietada, amasa el barro y otra vez la vuelve a formar. Él va delante de nosotros enderezando lo torcido, no solo en los lugares sino también en nuestros corazones, si lo dejamos.
Dios sabe que somos frágiles, nacemos y en nuestro ADN ya vienen torceduras y otras se forman en el camino. Como el barro, a veces tenemos rajaduras, nos rompemos, nos derretimos ante el calor del fuego de la vida…pero Él es el alfarero, el que endereza lo torcido, que rompe para volver a hacer. Así que tenemos que apropiarnos de esta verdad y reformular el refrán: “Árbol que nace torcido, EL PODER DE DIOS LO ENDEREZA”.
Bendiciones en tu semana,
Wendy