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La mujer que voló, pero Dios la alcanzó {Lecciones de ella para nosotras}

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Tengo que confesarlo, la muchacha no me simpatizaba mucho. Para mí ella era la intrusa, la que llegó para echar a perder lo que pudo ser una vida casi perfecta. La que destruyó la familia. Una extraña que luego se mostró un tanto orgullosa. Y para colmo su hijo sería el precursor de un conflicto que no se acaba.

Así la veía yo, y no me simpatizaba. Quizá porque algunas de esas cosas me recordaban mi propia infancia.


Un día leí un libro que cambió toda mi perspectiva y por fin pude entenderlo mejor todo. Y hasta llegar a simpatizar con “la intrusa”.

¿Su nombre? Unos dicen que significa “extraña” y otros “que vuela”. Después de todo, ambas cosas le vienen bien Agar, ese es su nombre; y su historia la puedes leer en el libro de Génesis 16.

Hoy te estoy hablando de ella porque Agar, esta “intrusa” extraña que salió volando de la casa donde vivía con Sara (la ella que estudiamos el viernes), experimentó un precioso nombre de Dios. Nombre que por cierto solo se menciona esta vez en la Biblia: El Roí.

Agar, en realidad una víctima de malas decisiones por parte de otros y en un contexto donde su posición de extraña, de sierva extranjera, no le dejaba muchas opciones, quedó embarazada de su patrón, Abraham, por decisión de su ama, Sara. Y la situación en el hogar se volvió tan tensa que decidió huir, “volar”. Y fue allí, en medio del calor abrazador del desierto, que Dios se encontró con Agar, la intrusa, la extraña, la que “voló”.

Es evidente que esta mujer estaba desesperada, tanto así que decidió que era mejor huir al desierto con todos sus peligros que quedarse en casa bajo las miradas de su dueña celosa y enojada. Ella no tenía familia con quien contar. Era egipcia, extranjera. No tenía recursos porque era solo una sierva en esa familia. Huir era su mejor opción.

¿Te identificas con ella? ¿Alguna vez te has sentido como una extraña o quizá has sido extranjera? ¿Has experimentado el peso del maltrato? ¿Has huido o andas huyendo de tu pasado, de tu presente?

Quiero pedirte que leas muy despacio estos versículos:
A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al SEÑOR, quien le había hablado. Ella dijo: «Tú eres el Dios que me ve»… Así que ese pozo fue llamado Beer-lajai-roi (que significa «pozo del Viviente que me ve»). Génesis 16:13-14, NTV
Fíjate en la primera parte. A partir de entonces, Agar utilizó otro nombre para referirse al SEÑOR. Eso parece indicarnos que Agar, de alguna manera, sí conocía a Dios, pero  no le conocía como “el Dios que me ve”. ¡Qué precioso!

Es muchas veces en los momentos más difíciles y oscuros de la vida que Dios nos muestra lados de su naturaleza que nunca antes conocimos.

“El Dios que me ve”. Eso para mí es extraordinario. Dios me ve. ¡En medio de millones de seres humanos, Dios me ve! ¡Y te ve a ti también!

Si fuéramos a decir lo que dijo Agar, con otras palabras, sería algo así: Dios ha visto mi problema. Para él no soy una extraña. No tengo que huir. Él me ve. Él sabe. Él se ha tomado el trabajo de encontrarse conmigo aquí para que sepa que no estoy sola.

Mi querida lectora, si hoy te levantaste pensando que nadie te ve, que eres una extraña, que mejor sería huir de esta vida y de todo lo que te rodea… ¡ESPERA! Dios sí te ve. Él es El Roí, el Dios que me ve. Es algo personal. No es el Dios que ve solo a los buenos, a los que nunca se equivocan, a los perfectos.  NO. Es el Dios que me ve, a mí, con todos mis defectos, con todo aquello que no le cuento a nadie, que nadie más puede ver. Solo él. El Roí.

Agar no era inocente del todo. Dice el pasaje que al saber que estaba embarazada empezó a despreciar a su ama que no tenía hijos. Es decir, ella también tenía un historial de culpa y errores. Pero aun así, Dios la vio. Y hoy te ve a ti. Y te dice “regresa a mí”. No huyamos, regresemos. 

En medio de toda la confusión que vive este mundo, en medio de los conflictos personales o de la soledad, Dios te ve. Y no solo te ve, te ama y te dice: “Yo soy tu fortaleza y tu refugio”. ¡Lo sé porque lo he vivido!

Agar cerró este episodio de su vida dándole un nombre a Dios que le serviría de recordatorio para siempre. Hagamos lo mismo.

Es por eso es que Dios en su Palabra nos revela sus diversos nombres, para que en las distintas situaciones sepamos que este Dios nuestro es suficiente: En mi necesidad, él es Jehová-Jiré, el Señor proveerá. En la angustia, él es Jehová-Shalom, tu paz. En las batallas de la vida, él es Jehová Nissi, nuestro estandarte, el que preside la batalla, el que vence. {En este video comparto un poco más sobre los nombres de Dios.} 

¿Te atreves a vivir así, creyéndole al Dios que te ve? ¡Eso es lo que él diseñó para ti!

Otros pasajes para reflexionar: Salmos 31:7; Salmos 27:10.

Bendiciones en tu nueva semana,

Wendy 

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La suegra de tus sueños {Lecciones de ella para nosotras}

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Por alguna razón el título de suegra casi siempre va acompañado de mala reputación, no sé cuándo comenzó el asunto, pero parece ser común en cualquier país. Los chistes más crueles van dirigidos a las suegras. Y aunque reconozco que en ocasiones quizá algunas “se lo merezcan”, no podemos generalizar. 


Yo no tuve el privilegio de conocer a mi suegra pero todo el que la conoció me cuenta que fue una  gran mujer, así que estoy segura de que hubiera sido una gran suegra también.
“No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán. ¡Que Dios me castigue severamente si permito que algo nos separe, aparte de la muerte!” (Rut 1:16-17, NTV)
Estas bellas palabras, que muchas veces se utilizan en la ceremonia de las bodas, en realidad las dijo una nuera a su suegra; las encontramos en la Biblia, en el libro de Rut. Y aunque siempre se habla de Rut por todo lo que ella representa al ser parte de la genealogía de Jesucristo, pocas veces se destaca a esta gran mujer, Noemí, quien fue su suegra.

Estoy convencida de que para Noemí haberse ganado una nuera así, tiene que haber sido una suegra excelente, y si lees la historia completa verás que así fue.

De modo que Noemí llamó mi atención y decidí analizar más su vida como suegra, e incluso hablar del tema con otras mujeres en un estudio que impartí hace poco. Definitivamente Noemí nos da el patrón de suegra que todas quisiéramos tener…o mejor dicho, que todas debiéramos ser. Voy a resumirlo en tres puntos.

Una relación desinteresada, sin egoísmo. Lee Rut 1:11-13 y verás cómo esta mujer ya anciana, y sin amparo ni ayuda ningunos, no pensó en su propio bienestar sino en el de sus nueras. El egoísmo no tiene cabida en una mujer que anhela agradar a Dios y ser como Jesús. El amor que la Biblia nos enseña es un amor que pone primero a los demás, incluso cuando nos duele o nos parece que no lo merecen. 

Una relación de amor real, como de madre a hija, (Rut 3:1). A pesar de que Rut había sido la esposa de uno de sus hijos, una nuera, Noemí la amaba como a una hija y quería ayudar a garantizarle un futuro lo mejor posible. No podemos olvidar que en aquella cultura, una mujer sola, sin esposo ni hijos, no tenía muchas posibilidades de sobrevivir. No dejes que los moldes del mundo den forma a tu familia. Aprendamos de esta mujer y cambiemos nuestra perspectiva. Usemos la Palabra de Dios para establecer nuestros valores. 

La actitud de Noemí le llevó ser parte de una historia mayor, (Rut 4:17). Su nuera, una extranjera a quien ella llevó a su tierra y cuyo futuro Noemí se encargó de fomentar, llegó a ser la bisabuela de David y su nombre también figura entre las mujeres de la genealogía de Jesús. La actitud correcta no solo nos ayuda en nuestras relaciones humanas, nos convierte en un instrumento en manos de Dios, nos permite hacer historia. 

Si tienes hijos, o piensas tenerlos, es muy probable que un día te conviertas en suegra. Yo todavía estoy lejos de ese momento, pero sé que llegará. Desde ahora quiero pedirle a Dios que me ayude a ser una suegra como Noemí. 

Y quiero hacerte una exhortación, tal vez no tienes una suegra así, pero no dejes que eso nuble tu perspectiva. Proponte ser diferente cuanto te llegue el momento, y también, ¿por qué no?, ¡decide ser una nuera como lo fue Rut! A fin de cuentas, a eso nos ha llamado Dios, a marcar la diferencia, a amar incluso a quien nos resulta difícil.

De ahora en adelante, en lugar de pensar en “la suegra que yo quisiera tener”, pensemos mejor en “la suegra que yo quiero ser”.

¡Juguemos este rol como Dios lo diseñó!

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Bendiciones,

Wendy 

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La mujer que cambió de vestido y cambió su vida {Lecciones de ella para nosotras}

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La "ella" de hoy tendría muy pocas probabilidades de aparecer en nuestra lista de mujeres admirables. Tiene un trasfondo un poco oscuro porque su profesión, no importa la época en que vivamos ni cuánto cambien los estándares, la hacía parte de lo despreciado de la sociedad. Una mujer de muchos hombres y de ninguno a la misma vez.

Su nombre significaría algo así como “amplio, vasto”, y creo que le viene bien porque así fue el legado que nos dejó. Se llamó Rahab. 



La historia de esta mujer cananea la puedes leer en el  capítulo 2 de Josué

El contexto es este:  Israel está a punto de entrar a la tierra que Dios les había prometido pero Josué, el líder, envía unos espías para explorar el territorio, sobre todo la ciudad de Jericó que era la ciudad más importante del valle del río Jordán y la mayor fortaleza de la tierra de Canaán. 

Allí vivía Rahab. Allí ejercía su profesión. Su casa era un punto conocido en Jericó y cada día ella se vestía con los colores y joyas que solo una mujer como de su tipo solía llevar. Sin embargo, ante la inminente invasión israelita, Rahab decidió cambiar su vestuario. Tomó la decisión de vestirse de fe. Sí, tal y como lo estás leyendo.

Rahab confió en que este Dios, del cual ella solo había escuchado, le ofrecía algo mucho mejor que toda la seguridad que aparentemente ofrecía la ciudad más fortificada de Canaán. Le ofrecía algo mejor que el dinero de sus clientes o las falsas promesas de hombres que solo la usaban. 

Ella vivía en una nación que no conocía a este Dios, que no creía en él, que tenía otros falsos dioses; sin embargo, al escuchar de sus grandes obras ella, por fe, entendió que su vida estaba mejor en manos de este Dios que de cualquier otro. “Pues el SEÑOR su Dios es el Dios supremo arriba, en los cielos, y abajo, en la tierra”. Rahab decidió vestirse de fe y creer. (Lee Josué 2:9-11.)

¿Te imaginas el temor que ella puede haber sentido cuando comenzaron a sonar las trompetas y el ejército de Israel comenzó a marchar alrededor de la ciudad? Pero siguió creyendo. No huyó atemorizada. Se quedó en su casa creyendo.

Hebreos 11 dice  que la ex prostituta de Jericó figura entre los héroes de la fe. ¡Vaya si Dios es un Dios de segundas oportunidades! “Fue por la fe que Rahab, la prostituta, no fue destruida junto con los habitantes de su ciudad que se negaron a obedecer a Dios. Pues ella había recibido en paz a los espías”. ¡Por la fe! ¡Rahab creyó en el Dios del cual había escuchado y mira hasta dónde llegó! 

Entonces, ¿por qué tú y yo, que no solo hemos escuchado de este Dios sino que le conocemos, dudamos tanto en ponernos el vestido de la fe? ¿Por qué muchas veces sacamos primero el de la incredulidad, el de la duda, el de tratar de resolver las cosas desde la perspectiva humana?  Ese mismo capítulo de Hebreos dice: “De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad”. ¿Lo viste de nuevo? Hay triunfo, hay premio, hay recompensa en vestirse de fe porque Dios lo promete. No podemos agradar a Dios si no nos vestimos de fe. Y sí, es verdad, a veces nos falta la fe, pero tenemos un Dios que es nuestro Padre ¡y hasta podemos pedirle que aumente nuestra fe! 

Vestirse de fe implica creerle a Dios aunque no veamos. Confiar en que su plan es mucho mejor que el de nosotros. Lanzarnos con él a cualquier aventura que nos llame. Implica sobre todo soltar las riendas, dejar que Cristo maneje porque confiamos en que él sabe cuál es el destino y nosotras no.

Este vestido nos lo tenemos que poner todos los días, incluso sin darnos cuenta. Por ejemplo, se necesita fe para ser madre, para seguir sembrando Palabra de Dios y confiar en que él dará los resultados de nuestra siembra. Como mismo hace el campesino que siempre y confía en que la cosecha rendirá frutos.

La vida de fe no es una vida fácil, es una vida de riesgos, es una vida de ir contra la corriente, es una vida incluso de locos {para el mundo} pero es la única vida que agrada a Dios.  La vida de fe es la que le dice a Dios: no entiendo, pero confío en que tú obras todo para el bien de los que te aman. 

¿El final de Rahab?  La Biblia nos revela que acabó casándose con un príncipe de Judá, y siendo parte de los ancestros del rey David y del Señor Jesús (Mateo 1:5).

Todavía podemos, a pesar de quizá haber tenido un pasado triste  u oscuro como Rajab, ser parte  mujeres fe y sumarnos al grupo de héroes de la fe. Pero hay que creer, seguir firmes en el camino con los ojos puestos en el Invisible, como dice Hebreos 11. 

¡Tenemos que cambiarnos el vestido de la incredulidad y ponernos el de la fe! Y así mismo cambiarán nuestras vidas. 

Bendiciones en tu fin de semana,

Wendy 

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La mujer que se comparó y envenenó su corazón {Lecciones de ella para nosotras}

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Su nombre podría significar amargura, rebelión, pero en la Escritura se le conoce como Miriam, la profetisa, la hermana de Moisés.


Hablemos hoy de una de las pocas mujeres que recibieron el título de profetisa, de hecho es la primera que tuvo el honor. En ella el don profético se manifestó mediante poesía acompañada de canto, como en los tiempos de David y Samuel. 

De acuerdo al relato bíblico, fue una mujer soltera. No hay evidencia en la Biblia de que se casara alguna vez, nada común para una época en la que el único valor que la mujer tenía a nivel social estaba en tener una familia y criar hijos. ¡En verdad que la Biblia es un libro increíble! Sí, porque si pensaste por un momento que Dios no tiene espacio para las solteras, a partir de hoy ya puedes cambiar tu perspectiva.  

Miriam fue una mujer que se dedicó al servicio de Dios al contribuir al ministerio de sus dos hermanos, Moisés y Aarón (Miqueas 6:4). Si lo analizamos, nos daremos cuenta de que fue también la primera líder de alabanza, míralo tú misma: 
“Entonces la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas” (Éxodo 15:20)
Sin embargo, como tú y como yo, Miriam no fue perfecta. Aunque fue un instrumento usado por Dios, algo en su corazón no estaba bien y el problema no se hizo esperar. 
“Mientras estaban en Hazerot, Miriam y Aarón criticaron a Moisés porque se había casado con una cusita. Dijeron: ‘¿Ha hablado el SEÑOR solamente por medio de Moisés? ¿Acaso no ha hablado también a través de nosotros?’. Y el SEÑOR los oyó” (Números 12:1-2, cursivas de la autora).
Si lees detenidamente el pasaje verás que suceden dos cosas: Miriam y Aarón cuestionaron el matrimonio de Moisés, pero en realidad eso fue meramente un pretexto que ocultaba lo que realmente estaba molestándoles: sintieron envidia y celos de Moisés.

Es interesante también que la Biblia diga “Miriam y Aarón”. Por lo general los redactores bíblicos no ponían primero el nombre de las mujeres. Así que el hecho de que aquí este aparezca así me lleva a pensar que fue ella quien comenzó la murmuración. ¡Y no me extraña! ¡Era una mujer! Nosotras somos más dadas a estas cosas, seamos honestas.

El problema de Miriam no era realmente la esposa de Moisés, el problema era el papel protagónico de su hermano. Celos y envidia. Los celos dicen: “temo perder lo que tengo”. Tal vez ella pensó que ahora que Moisés era el líder, nadie le prestaría atención a sus cantos, ni siquiera las mujeres a las que había guiado en aquel día histórico. La envidia dice: “yo quiero lo que tú tienes”. ¿Qué quería Miriam? Lo que tenía Moisés, el mismo respeto y reconocimiento porque, a fin de cuentas, “Dios también había hablado a través de ella”. ¿Te suena conocido?

Todas luchamos con eso en un momento u otro de la vida, o quizá en más momentos de los que quisiéramos admitir. ¿Y sabes por dónde empiezan la envidia y los celos? Por la comparación. Cuando yo comparo mi realidad con la tuya. Cuando tú comparas tu familia con la de tu amiga. Cuando comparamos nuestros ministerios, nuestros trabajos, poco a poco nuestro corazón comienza a contaminarse y sin darnos cuenta llegamos al punto en que Miriam se encontró, cuestionando a Moisés… y a Dios.  

Ella pagó un precio muy alto, se enfermó de lepra y la expulsaron del campamento. Gracias a Dios que ya no es así, ¡si no necesitaríamos muchos hospitales para leprosos! Tú y yo ahora vivimos bajo la gracia de Dios que nos dice: con envidias y celos, te amo y te perdono. Sin embargo, eso no nos exonera, ¡al contrario! La Palabra está llena de exhortaciones a cuidar de nuestro corazón y limpiarlo de cosas tan contaminantes como la envidia y los celos.

Mi querida lectora, caer en la trampa de la comparación es demasiado fácil, roba el gozo y nos desvía del propósito de Dios. La comparación genera envidia, celos y no tiene lugar en una vida sujeta al Espíritu. 

¿Quieres ser realmente feliz?  Abraza hoy lo que él ha puesto en tus manos, con corazón agradecido y segura de que es lo mejor para ti. No te compares, cuando lo hacemos sutilmente le decimos a Dios: “No estoy conforme con lo que me has dado, con lo que tengo, con la manera en que me hiciste”. Como Miriam, podemos provocar que el Señor haga un alto en nuestra marcha (Números 12:15); y eso, sin dudas, no es parte de la vida que él diseñó.

¡Seamos mujeres sabias y aprendamos la lección!

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Bendiciones en tu nueva semana,


Wendy 

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La mujer que no lo pensó dos veces {Lecciones de ella para nosotras}

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Pocas veces la Biblia hace referencia a los rasgos físicos de las personas, por lo general es solo cuando eso tiene alguna implicación en el relato. Y hoy quiero hablarte de una mujer “sensata y hermosa”.

Su nombre significa “el gozo de su padre”, y dadas las circunstancias, creo que pudiéramos añadir “el gozo de su familia”. Te presento a Abigaíl. Y para leer toda su historia puedes ir a 1 Samuel 25.


Es interesante que cuando se nos presenta a Abigaíl, también se nos habla de su esposo, pero los adjetivos que lo describen a él son todo lo contrario: “Pero Nabal, descendiente de Caleb, era grosero y mezquino en todos sus asuntos” (v. 3, NTV). Realmente no sé el motivo que tuvieron sus padres al escoger su nombre pues el significado de Nabal es tonto… ¡casi parece profético porque un tonto fue!

Este hombre era rico, tenía suficiente para su familia y para compartir, pero la Escritura nos dice que era un hombre mezquino, alguien que escatima y que carece de nobleza (vv. 10-11). Encima de todo, era un borracho despilfarrador (v. 36).  Y como ya vimos, también un grosero y de tanto mal genio que era difícil hablar con él (v. 11, 17).

¡Pobrecita Abigaíl! En honor a la verdad, un esposo así es como para halarse los pelos, pasarse el día lamentándose y vivir en total desánimo e indiferencia. ¡Pero esta mujer era sensata! Otras versiones dicen “de buen entendimiento”, “inteligente”. A mí me gustaría describirla como una mujer sabia y valiente.

Y es de eso que quiero hablarte hoy. Si leíste el pasaje ya sabes que la situación que ahora la familia enfrentaba era difícil, una emergencia. 

Abigaíl examinó la situación y entendió que la única manera de salvar a su familia era apelando a la misericordia de David. ¿Cómo? Al responder a la necesidad que él y sus hombres tenían… ¡Comida! Esta era una mujer sabia y práctica. Abigaíl se dispuso a preparar un banquete, ¡para llevar! Lo que esa mujer preparó agota a cualquiera de tan solo pensarlo (v. 18). Pero ella fue sabia al entender que si no intervenía, su familia peligraba.

Y cabe resaltar que además de sabia fue valiente, no le dijo nada a su esposo. En la época de este relato las mujeres eran propiedad de los esposos, no tenían voz ni voto. Lo que Abigaíl estaba haciendo era un desafío que podía costarle muy caro, pero ella escogió una actitud valiente por el bien de su familia. Su otra alternativa era una actitud de autocompasión; sufrir y echarse a morir en espera de lo que David haría con ellos.

Tal vez nosotros no tengamos a nadie que venga a atacarnos humanamente, pero la Biblia enseña que tenemos al enemigo de nuestras almas que anda siempre rugiendo, y puedes estar segura de que las familias son uno de sus blancos preferidos. Cuando tenemos dificultades en el hogar, con los hijos, en la iglesia, en nuestras relaciones personales, adoptar una actitud de autocompasión no nos lleva a ninguna parte. Una actitud valiente nos da la victoria. Esa es la idea de poder decir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. El esfuerzo es de nuestra parte, el resultado es de Dios. Pero él espera mujeres valientes, como Abigaíl. Dice Proverbios 31 que la mujer virtuosa: “decidida se ciñe la cintura, y se apresta para el trabajo…Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir”.

Para Abigaíl hubiera sido fácil decir: “Nabal es el hombre de la casa, ¡que resuelva él!” Pero no lo hizo. ¿Y sabes? Tal vez te has encontrado un Nabal y aunque no es fácil, no justifica el hecho de que no ocupes tu lugar, defiendas de tu familia y busques sabiduría de Dios para tomar decisiones acertadas y valientes que le honren a él. 

Todas hemos memorizado el pasaje que dice: “La mujer sabia, edifica su casa”. Fueron la sabiduría de Abigaíl y su valentía lo que preservó su familia, independientemente de la necedad de su esposo.

Todos los días nos llegan situaciones en las que muchas veces no sabemos qué hacer, pidámosle a Dios una actitud sabia y valiente para reaccionar. (Santiago 1:5, Proverbios 31:25, 2 Timoteo 1:7). Nosotras como madres y esposas tenemos la responsabilidad de pararnos en la brecha y pelear la buena batalla por nuestras familias.

Al final, Dios bendijo a Abigaíl y se convirtió en la esposa del futuro rey de Israel. No te estoy diciendo que le pidas a Dios la misma solución (¡Nabal se murió!), sino que tomemos el legado de esta mujer sabia y valiente y lo hagamos nuestro. ¡Vivamos conforme al diseño de Dios!

***** ESTE ARTÍCULO FUE TOMADO DE MI LIBRO “UNA MUJER SABIA”, PARA MÁS DETALLES, SIGUEESTE ENLACE.

Bendiciones,


Wendy


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La mujer que soltó su carga {Lecciones de ella para nosotras}

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La mujer que vamos a visitar hoy cargaba un dolor profundo, pero un día tomó una decisión que cambió su vida. Y nosotras tenemos mucho que aprender de ella.

El nombre de esta guerrera pudiera traducirse como gracia o favor, o llena de gracia y favor. Y otra posibilidad es “el que da”. Hoy estamos hablando de Ana, la madre de Samuel. Y si no estás muy familiarizada con su historia, el capítulo 1 de 1 Samuel te la cuenta. Puedes leerlo aquí.


El dilema de esta mujer era el de muchas otras a lo largo de la historia. Ana quería tener hijos, pero su anhelo no se hacía realidad. Y aunque en cualquier siglo esto puede ser causa de tristeza, en su caso era mayor porque el valor de una mujer descansaba grandemente en los hijos que tuviera. Pero quiero invitarte a mirar más allá, porque la vida nos presenta retos diferentes a cada una.

Puede que el tuyo sea el de Ana, o tal vez tienes hijos pero los ves alejarse de Dios. Quizá tu dilema está en la soltería, o en la falta de trabajo. A lo mejor estás luchando porque quieres servir a Dios de una manera en particular, convencida de su llamado, pero las puertas todavía no se abren. Puede ser que tu desafío esté en relaciones difíciles en tu escuela, con tu familia, en tu trabajo. ¡Hay tantos! El asunto es que siempre que nos encontramos ante una situación complicada, desafiante, o ante un anhelo no cumplido, tenemos varias alternativas y de ahí viene la lección que quiero aprendamos de Ana.

El relato bíblico nos indica que por años Ana sufrió. Sufría al punto de terminar llorando y deprimida, se nos dice que ni siquiera quería comer. Mi querida lectora, hay momento para todo, así que si una situación te saca las lágrimas, te quita el apetito, y te embriaga de tristeza, no creas que por eso eres menos fuerte o menos cristiana. ¡Es normal! Y llorar, en su momento y cierta medida, nos hace bien. ¡Hasta Jesús lloró!

Sin embargo, no podemos quedarnos allí. Ana decidió un día que tenía que llevar su llanto y su dolor — incluyendo el dolor de las burlas de la otra mujer de su casa, Penina—, a otro nivel. Y acudió a Dios (lee el versícul0 16).

Esta es la lección principal de Ana. ¿Qué estamos haciendo con las situaciones difíciles, con los desafíos y encrucijadas de la vida? No podemos quedarnos en el desánimo ni la tristeza, ¡tenemos que correr a Dios!Él está preparado para escuchar nuestras frustraciones, está dispuesto a enjugar nuestras lágrimas y abrazarnos. Tantas veces corremos en dirección contraria cuando llegan las dificultades o cuando los anhelos no se cumplen. Ya hemos visto historias demujeres que intentaron solucionar el problema “ayudando a Dios”, y solo consiguieron un problema mayor. ¡Pero Ana actuó diferente!

Y, ¿sabes?, a veces la respuesta no es un sí, puede ser un todavía no, e incluso un no. Dios sabe lo que es mejor, sabe cuál es el mejor momento. No obstante, él quiere que descansemos en él, que confiemos, como Ana. Ella no sabía el resultado final. El sacerdote Elí le deseó lo mejor, su deseo era que Dios le diera un sí a Ana, pero cuando ella se fue del templo aquel día, no tenía un sí. Lo que sí tenía era paz, su corazón había cambiado.
“Así que se fue, comenzó a comer de nuevo y ya no estuvo triste” (v. 18).
¡Ahí está el secreto! Eso es lo que hace la confianza en Dios. Tenemos que aprender a dejar los asuntos en sus manos, vivir la vida que nos ha puesto por delante y no estar más tristes. Como te dije antes, hay momentos para todo, incluso para estar triste; pero como hija de Dios no puedes vivir para siempre en la tristeza. Tenemos que aprender con Pablo a alegrarnos, cualquiera que sea la situación. ¿Será eso negar la realidad? ¡No! Eso es aprender a fortalecernos en el gozo del Señor (Nehemías 8:10).

Mi amiga lectora, yo no sé cuál es tu dilema, tu batalla, tu anhelo; pero ten la certeza de que Dios sí lo conoce muy bien. ¡Corre a sus brazos! Entrégale tu carga como Ana. Llora allí si es necesario. Clama y no te des por vencida. Pero después, ¡alégrate! Confía en que tu Dios, que te ama y tiene planes maravillosos para tu vida, se encargará de todo, y el resultado será el mejor para ti.

Una mujer que confía en Dios es una mujer feliz, porque su felicidad no depende de las circunstancias.

Hay otra lección más en la vida de Ana, pero no quiero extenderme más, así que te la comparto en este video que hice hace algún tiempo.

Bendiciones en tu fin de semana,

Wendy 

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La mujer que entendió el secreto de la maternidad {Lecciones de ella para nosotras}

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Es muy probable que nunca sepamos cómo se sintió. No sabemos casi nada de su vida, ni de su familia, apenas algo de sus antecesores y su parentesco con otra mujer protagonista, Elisabet. Tampoco de su carácter. Solo sabemos que el favor de Dios vino sobre esta jovencita. Llegó con una sorpresa enorme que cambió no solo su vida sino el resto de las vidas de la humanidad. Aunque la conocemos como María, en hebreo su nombre sería Miriam. {Qué paradójico que el nombre de esta mujer de corazón tan rendido a Dios signifique “su rebelión”.} Lo que sí está claro es que fue una mujer común y corriente, como tú y yo. La esposa de José el carpintero, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Madre. Ella fue madre, como muchas de nosotras.



No puedo aseverarlo con absolutos pero me inclino a pensar que Dios vio en María un corazón desinteresado. Ella entendió un secreto de la maternidad victoriosa con el que nosotras muchas veces batallamos: nuestros hijos son un préstamo y no los criamos para nosotros sino para Dios.

Sí, en teoría puede que lo pensemos pero muchas veces no es así en la práctica. En ocasiones los criamos para ver realizados en ellos los sueños que no pudimos cumplir. La alumna súper involucrada en la escuela. La bailarina que no fuimos. El futbolista admirado. El médico brillante… Y se nos olvida que ahora se trata de formar a una nueva persona que vivirá sus propias experiencias, que tendrá sus propios sueños. ¿Y nuestro papel? Ayudarles a volar alto, tan alto que estén bien cerca del corazón de Dios y sus propósitos para la vida de este tesoro que ha puesto a nuestro cuidado, un hijo o una hija.

María entendió que al criar a Jesús tenía que hacerlo sin pretensiones algunas de tener un hijo “para siempre”. Algún día él se iría de casa. Algún día comenzaría a cumplir la misión para la cual estaba puesto en la Tierra. ¿Cuántas veces tendría que recordarse a sí misma que este hijo aunque estuvo en su vientre no le pertenecía? No lo sé, pero estoy segura de que aquel día, cuando en el templo él le recordó cuál era su prioridad, quedó grabado en la mente de esta madre: “en los asuntos de mi Padre tengo que estar”. 

Y sucede lo mismo con cada uno de nuestros hijos. Dios les dio vida para un día, a través de ellos, hacer algo que le glorifique a él. Tú, yo, nuestros hijos, hemos sido creados para alabanza de su gloria.¿Nuestro rol? Prepararles para que desde pequeños sepan que hay algo más que un título universitario, que una familia exitosa, que una casa grande o una placa a la entrada de la oficina. ¡Hay algo más! Los negocios de nuestro Padre. Tú y yo como madre tenemos la responsabilidad de instruirles en esa verdad.

Sí, se nos olvida que Jesús era hombre y divino, pero María no. Ella fue una mujer completamente humana que soportó un dolor profundo al verle burlado, golpeado casi hasta la muerte, crucificado desnudo junto a delincuentes, escoria de la sociedad. Pero, aunque tampoco la Biblia nos dice nada al respecto, igual estoy convencida de que el Dios de toda consolación, él que la llamó a la tarea de criar a aquel niño especial, fue su Consolador en aquel momento de dolor que no puede describirse con palabras. ¿Por qué te digo esto? Porque tal vez como madre estás pasando por momentos semejantes, de dolor profundo, por la pérdida de un hijo, porque se ha descarriado, porque está enfermo… Deja que aquel mismo Consolador que abrazó a María frente a la cruz te abrace a ti hoy. Permítele recordarte que incluso en medio de esa oscuridad, como la que la rodeó a ella aquel día, él sigue siendo tu luz.

No, no adoramos a María. Adoramos al Dios que escogió a esta joven mujer de Nazaret para la tarea de madre, él mismo que nos escogió a ti y a mí. Pero sí podemos aprender de su vida. No fue perfecta, te lo garantizo. Pero vivió rendida a Dios y la propia Biblia nos enseña que cuando ya Jesús no estaba, María siguió adelante, junto a los demás apóstoles, otras mujeres y los hermanos de Jesús, a la espera de la promesa que su hijo les había hecho (Hechos 1:14), el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque aunque amaba mucho a su hijo, amaba todavía más al Dios que se lo dio.

En esta semana, mientras meditamos en nuestro rol de madres, pidámosle al Señor un corazón así. Rendido a él. Conscientes de que nuestros hijos no nos pertenecen realmente y que les criamos para Dios, para que su divino propósito se cumpla en sus vidas, y para que a través de ellos él sea glorificado. Te aseguro que cuando lo hagamos de esta manera habremos entendido de qué se trata realmente ser mamá como Dios lo diseñó.

Bendiciones,

Wendy 

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La mujer que encontró más de lo que buscaba {Lecciones de ella para nosotras}

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El sol abrazaba como siempre a la hora del mediodía, pero ese era el momento que ella podía aprovechar. No habría nadie allí, no tendría que soportar miradas inquisitivas ni cuestionadoras. Tampoco tendría que preocuparse por risitas escondidas ni ofensas dichas entre dientes… ¡o en voz alta! Sí, aunque el calor era casi insoportable y el camino agotador, este era su momento.


Cuál no sería su sorpresa cuando al llegar a su destino, encontró compañía. Un hombre, ¡y judío! Sintió deseos de regresar por donde vino, pero si lo hacía, pasaría todo un día sin agua. Así que avanzó y trató de ignorar su presencia… ¡pero no pudo! Aquel extraño ahora le pedía agua, ¡a ella!

No sabemos el nombre de esta ella de la Biblia, ha pasado a la historia como “la mujer samaritana”, “la mujer en el pozo” y su historia la puedes leer en el capítulo 4 del evangelio de Juan. Esta mujer llegó hasta ese lugar buscando satisfacer una necesidad básica, el agua, pero nada la había preparado para el encuentro que tendría y que revelaría ante sus ojos una necesidad mucho mayor, la de su alma.

Muchas veces a nosotras nos pasa lo mismo, andamos buscando satisfacer necesidades que creemos que una vez resueltas, estaremos bien; y no entendemos, como tampoco lo entendió al principio nuestra mujer de hoy, que lo único que realmente nos llena, no se puede palpar. Tampoco está a la  venta. No se consigue con ir a una universidad, ni con un matrimonio fructífero. No se logra con una hermosa familia ni una casa de revistas. Lo que realmente nos quita “la sed”, para siempre, es “un encuentro en el pozo” con Jesús, y no una vez, cada día.

¿Sabes?, el encuentro de la samaritana le regaló una nueva perspectiva sobre su vida, al punto de dejar su cántaro, salir corriendo, e ir en busca de la gente para contarles. ¿Te has puesto a pensar en qué diferente debe haberse sentido cuando no le importó gritar a los cuatro vientos que este hombre sabía todo sobre ella? Es lógico pensar que la gente del pueblo no necesitaba que nadie le dijera, ellos la conocían bien, era “la de los muchos maridos”. Pero a ella no le importaba ya, la marca de su vergüenza se había quedado en el pozo, su conversación con Jesús le quitó los ojos de la necesidad de agua y la hizo entender que había algo mucho más grande que todos debemos buscar, y cuando lo encontramos, tenemos que compartirlo.

Básicamente lo que ella hizo fue compartir con otros lo que Jesús hizo por ella. Y eso mismo tenemos que hacer nosotras. Quizá creas que para hablar de Dios necesitas pasar muchas clases, tener conocimientos bíblicos profundos y dominar todos los términos teológicos. En realidad, no es tan complicado, Jesús mismo lo dijo, solo cuenta a otros lo que Dios ha hecho contigo. De eso se trata.

No sabemos qué pasó después, ni qué ocurrió con la vida de esta mujer. Pero quiero hacerte una pregunta, ¿está satisfecha tu sed? ¿O sigues buscando “agua” por todas partes? 

El primer encuentro con Jesús nos alivia la sed más profunda, la necesidad de salvación. Sin embargo, necesitamos regresar “al pozo” cada día. Necesitamos buscarlo diariamente para que con su agua nos refresque. Ese encuentro diario nos da la perspectiva correcta, nos revela si hemos estamos corriendo tras metas equivocadas, nos inunda de la misma paz que debe haber recibido esta mujer al saber que no importaba su pasado, Dios podía recibirla con brazos abiertos.

Aunque anónima, esta ella de la Biblia nos regala dos lecciones que podemos atesorar. Regresar al pozo cada día, porque necesitamos encontrarnos a diario con Jesús. Y recordar que tenemos la responsabilidad de contar a otros lo que él hizo y hace en nuestra vida. 

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Bendiciones,

Wendy 

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Aunque el viernes sea oscuro… ¡el domingo llegará!

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[Como se acerca un día especial, el de la resurrección de Jesús, hago un alto en la serie de "Ellas y nosotras en la Biblia" para compartir con ustedes esto que escribí pensando en esta fecha.]

Aunque el viernes sea oscuro… el domingo llegará

Muchas veces la vida parece un viernes oscuro, como aquel de hace más de dos mil años.

Para algunas personas, la oscuridad viene en forma de lágrimas de remordimiento, como pasó con Pedro. El peso de sus palabras le aplastaba y la amargura le nublaba la vista.


Para otros, el viernes llega cuando las consecuencias de las acciones no se hacen esperar, y terminan en manos de la justicia humana, como aquellos dos ladrones.

Aun en otros casos el viernes llega cuando, en lugar de estar celebrando, solo pueden mirar consternados y desesperanzados. Como todas aquellas mujeres que habían acompañado a Jesús durante su ministerio y ahora no podían celebrar la pascua porque el verdadero Cordero colgaba de un madero y sus vidas, aparentemente, habían perdido todo el rumbo.

Y en muchos casos el viernes es sinónimo de final. Esperanzas enterradas, sueños sepultados, relaciones acabadas, fin de la vida.

¿Estás viviendo un “viernes”? ¿Estás quizá como Pedro, llorando por remordimiento, aplastada por el peso de esas palabras que nunca debiste decir y ahora no puedes recuperar? ¿Será que estás viviendo las consecuencias de decisiones equivocadas y aunque te arrepientes las tienes que enfrentar, como los dos hombres colgados junto a Jesús? ¿Estás acaso viviendo un perenne viernes oscuro, sin poder celebrar la vida ni nada de lo que te rodea porque algo sucedió que te ha robado todo el gozo, todo deseo de sonreír y cantar, y agradecer? ¿Crees que toda esperanza y sueño han quedado bien sellados detrás de una piedra que nadie puede remover?

Entonces quiero decirte algo: ¡El domingo está a las puertas!

Cuando cada una de estas personas vivió aquel viernes, estaban justamente así, convencidas de que nada cambiaría, que la oscuridad en sus vidas había llegado para quedarse sin posibilidad de ser traspasada por un rayo de esperanza.

Los viernes oscuros de la vida son difíciles. El dolor a veces es tan profundo que ni siquiera queremos hablar de él.  Sin embargo, nos aferramos a él con toda nuestra fuerza… porque no creemos que habrá un domingo.

Muchas veces Jesús trató de hacerles entender, trató de que captaran la esperanza para que cuando llegara el viernes, se enfocaran en el domingo. Pero no lo entendieron.  Y lo mismo nos pasa a ti y a mí.

A pesar de que ahora conocemos cuál fue el desenlace de aquellos sucesos, a pesar de que sabemos que el viernes no fue eterno… ¡nos cuesta cree en el domingo!

Mi querida lectora, Jesús murió un viernes para darnos un domingo de victoria…y también un lunes, un martes, un miércoles… una vida de victoria. Sí, no siempre podremos evitar los viernes, de hecho él nos lo advirtió: “en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Pero tenemos esperanza, ¡el domingo viene!

Cuando el domingo llegue, lo muerto resucitará. La amargura se convertirá en alegría, las lágrimas en risa, la desesperanza en esperanza, los sueños en realidad. Espera. No pierdas la fe. Tu viernes tiene un fin ya puesto por Dios. Aunque todo parezca oscuro, recuerda que tenemos de nuestro lado a la Luz del mundo, Jesús.

Por eso no me gustan los crucifijos, porque no creo en la muerte, creo en la vida. No creo en la derrota, creo en la victoria.

Aquel viernes el velo del templo se rasgó para que ahora tengamos acceso directo a un domingo de gracia y salvación. No tienes que hacer nada. Todo ya está hecho. Solo cree en el Hijo de Dios, que en un viernes oscuro dio su vida por ti, para que tengas siempre la esperanza de un domingo, la esperanza de una vida eterna.

La oscuridad puede cernirse sobre tu vida, y querer dejarte atrapada en un viernes, pero tú no perteneces ahí, tú tienes la garantía del domingo. ¡Aleluya!


 Vive con esperanza, como Dios lo diseñó,

 Wendy 

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La mujer que luchó con falsas expectativas {Lecciones de ella para nosotras}

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“¡Es tan injusto!”, no puedo contar las veces que he escuchado esa frase de boca de mis hijos, o de sus amigos.

También ha pasado por mi cabeza en ocasiones, y seguro que por la tuya también. Por alguna razón, a pesar de saber que vivimos en un mundo que dista mucho de ser perfecto, un mundo manchado por los efectos del pecado, todavía queremos que todo sea “justo”. Y las expectativas van desde más horas de juego con los amigos, en el caso de los niños, hasta la amiga que no te invitó a su fiesta de cumpleaños o el aumento de salario que no llegó.


Y aunque sí, muchas veces encontraremos verdaderas injusticias, en una buena parte de los casos esas supuestas injusticias podrían traducirse mejor con esta frase: “expectativas no cumplidas”.

¿Qué te parece si te cuento que me encontré la tan socorrida frase en un pasaje de la Biblia?
"Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme." Lucas 10:38, NTV
Ya conoces la historia, ¿verdad? Es la tan estudiada, explicada y predicada situación entre Marta, María y Jesús. Pero hoy quiero comentarte otro ángulo de este relato.

Así que Marta decidió celebrar esta cena en su casa, en honor de Jesús y sus invitados. Sin embargo, aunque la idea era suya… ¡Marta tenía expectativas con respecto a María! ¿Cuáles? Marta esperaba que María le ayudara, que se sumara a su plan. Y cuando esto no pasó, Marta se frustró y expresó: ¡No es justo!

¿Lo bueno? Según lo que vemos en el pasaje, Marta no se quejó con las vecinas, ni las amigas, ni siquiera con la propia María. Ella fue directo a la fuente, a Jesús. Y allí presentó su queja.¿Lo hacemos así tú y yo? La realidad es que muchas veces nos quejamos por lo “injusto” con el esposo, la amiga, la vecina, ¡o hasta en Facebook! Pero no entendemos que el primer lugar, el mejor y más seguro lugar para presentar nuestra queja es a los pies de Jesús. ¿Y sabes por qué? Porque muchas veces en ese lugar él cambia nuestra perspectiva, y como hizo con Marta, nos demuestra que “lo injusto” realmente es más bien una percepción equivocada… o una expectativa mal puesta.

Lo cual me lleva al segundo punto. Marta tenía una expectativa con relación a María que al parecer nunca le comunicó. ¿Te resulta conocido? ¡Cuántas veces tenemos expectativas de las personas pero no se las comunicamos! ¿Resultado? Frustración, amargura, desencanto. Tal y como le pasó a Marta, frustrada porque María no le daba su ayuda.

Esto tiene dos aristas que quiero que consideremos. 

La primera: si esperas algo de alguien necesitas decírselo. Las personas no tenemos la capacidad de leer el pensamiento. Esto es súper importante en nuestro matrimonio, por ejemplo. Lo que esperes de tu esposo, díselo y no te enojes luego porque él no pudo “adivinar” lo que tú sentías o querías. Igual sucede con los amigos e incluso nuestros hijos. En muchas ocasiones creemos que las personas tienen claras nuestras expectativas, cuando en realidad no se las hemos dicho. 

Amiga lectora, aprendamos de Marta. Estaba afanada con muchas cosas, al punto de que lo que en un principio debe haber sido un gozo, preparar la cena para Jesús, se convirtió en una carga molesta… ¡y no le parecía justo! Es muy probable que si hubiera conversado con María, la historia hubiera sido diferente, en muchos sentidos. 

La segunda arista: cerciórate de tener expectativas reales. A veces ponemos cargas en los demás al esperar cosas que están más allá de lo que ellos pueden dar o hacer. Y lo mismo pasa al revés. No siempre podremos nosotras satisfacer las expectativas de otras personas. Y tenemos también que aceptar la realidad de que no siempre nos invitarán a todas las fiestas o celebraciones, no siempre llegarán las palabras de aliento que esperábamos. No podemos esperar perfección en esta vida, mi querida lectora. Créeme que por experiencia lo digo. ¡Por eso todos necesitamos ofrecer y recibir gracia! Quien único nunca fallará a nuestras expectativas es Dios.

Las expectativas falsas nos impiden disfrutar de las muchas cosas que Dios pone a nuestra disposición y nos hacen enfocarnos en otras que realmente no meritan el esfuerzo.

Si realmente estamos cargadas por algo que nos parece injusto, vayamos delante del Señor, ese es el mejor lugar. Aprendamos del rey David que una y otra vez iba delante de Dios con sus “quejas” (Salmos 42). Pidámosle que nos muestre cuándo estamos teniendo expectativas irreales, y que nos ayude a ser honestas y realistas, con nosotras mismas y con los demás.

¡Bendiciones en tu nueva semana!

Wendy 

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La mujer que le dijo sí a Dios e hizo historia {Lecciones de ella para nosotras}

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Para terminar con la serie “Ellas y nosotras en la Biblia” quiero hablar de la primera de estas mujeres a quien yo conocí, siendo una niña. Mi abuela me leyó su historia varias veces. A mí me encantaba porque me parecía un lindo cuento de hadas. Ahora sé que no tiene nada de cuento, fue realidad. ¡Y qué tremenda realidad la que vivió esta mujer! 


Su belleza la llevó de una ciudadela, a un palacio. Del anonimato, a la fama. De plebeya, a miembro de la realeza. De huérfana a heroína. Y no, no es una película de Disney, es una historia real, la historia de una joven judía cuyo nombre hebreo fue Hadassah pero quien pasó a la posteridad como Ester, su nombre persa. Una mujer que hizo historia. Solo dos libros de la Biblia llevan nombres de mujeres y uno de ellos es el de Ester. Si no lo conoces, te invito a leerlo aquí, es breve pero cautivador.

Ester es un modelo de mujer valiente, incluso para nosotras que vivimos en el siglo XXI bajo circunstancias muy diferentes. Creo que hizo gala de su nombre pues uno de los posibles significados del mismo es estrella. Y Ester brilla hasta el día de hoy.

Ester fue una mujer que aprendió a decirle sí a Dios, incluso cuando no se sentía completamente lista. Muchas veces cuando sabemos que Dios nos llama, le ponemos pretextos: cuando conozca más de la Biblia, cuando tenga más tiempo, cuando sea mejor de lo que soy hoy, cuando mis hijos crezcan, etc. Permíteme decirte algo: Dios no decide usarte porque ya tengas todas las condiciones, sino porque ve el potencial que hay en ti para cumplir cierta tarea. ¡Solo necesitamos decir sí!

Aunque al principio le pareció que el desafío era demasiado grande, Ester comprendió que para ese momento crucial había nacido y tenía la alternativa de ponerse a la altura de las circunstancias o pasar por la vida sin dejar huella ninguna y ser simplemente una reina bella que disfrutó las ventajas de su posición. ¡Qué bueno que escogió lo primero!

Cada una de nosotras fue creada con un propósito. Mira lo que dice este fragmento de la Palabra:
“Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara.” (Salmos 139:16, NTV)  
Cada uno de nuestros días ya fue diseñado, están registrados en el libro de Dios. Nuestra misión es descubrir ese propósito. Y yo creo que la única manera es pidiéndole a aquel que nos creó que nos lo muestre, que nos dé ojos que puedan ver más allá de lo visible.

No recuerdo dónde escuché esta frase, pero no la he olvidado: “Le pido a Dios que me muestre su visión para mi futuro”. Dios tiene un plan maestro del cual tú y yo somos parte. Pídele que te muestre en qué parte de dicho plan encajas tú y cómo puedes ser una Ester en tu tiempo, en tu lugar, en tus circunstancias.

Hace 24 años le rendí mi vida a Jesús, he tenido montañas y valles, como cualquiera. He servido a Dios de diversas maneras y según la oportunidad. Pero ahora que lo pienso, fueron necesarios todos esos años y experiencias para llegar a descubrir cómo mi vida encaja en el rompecabezas de Dios. Y te digo algo, no hay satisfacción ni realización mayor que esta. Cuando por fin encontramos ese “propósito”, estamos dispuestos a todo. Disfrutamos cada minuto y podemos decir, al igual que la bella reina Ester, “si perezco, que perezca”.

No es un cuento de hadas, ni una película. Tampoco será fácil. Encontraremos obstáculos pero los veremos más como oportunidades para crecer y glorificar a Dios. Incluso puede haber riesgos. Algo así como la transición de plebeya a princesa. Sí, vuelvo a mis sueños de niña, y aunque bajo una luz diferente, yo quiero ser como Ester, una mujer que le dijo sí a Dios e hizo historia.

Y con esto concluimos la serie. Realmente la he disfrutado, y espero que tú también. Me apasiona estudiar la vida de estas mujeres que aunque en tiempos totalmente distintos, tuvieron luchas muy similares a las nuestras. A pesar de las distancias históricas, en sus vidas podemos vernos reflejadas y aprender que Dios nos dejó allí lecciones sumamente prácticas. Hemos recibido un legado de mujeres imperfectas amadas y usadas de una manera u otra por un Dios perfecto que está deseoso de hacer lo mismo con nosotras.  

Quizá por la velocidad con la que vivimos no has podido profundizar o detenerte a reflexionar en lo que hemos tratado en la serie. Te invito a regresar y quizá iniciar un estudio de cada una de estas “ellas”, e incluso otras más.

Como siempre, me encantará escuchar tus comentarios y saber cómo esta serie ha impactado tu vida. ¡Gracias por acompañarme!

Bendiciones,


Wendy 

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Una invitación muy especial para ti

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Hoy no tendremos un artículo regular, luego de la serie decidí tomar un breve descanso ya que mi esposo y yo estamos celebrando nuestro 21 aniversario de bodas este fin de semana.

SIN EMBARGO,  quiero compartir contigo una invitación muy especial. Si ya llevas un tiempo siguiendo esta página, me has escuchado mencionar la conferencia "Bella", que celebra la iglesia donde me congrego y sirvo a Dios también. Este año celebramos la cuarta ¡y estamos muy emocionadas!



Bella 2016 ocurrirá el 30 de abrill, en la ciudad de Miami. El horario, de 9 am a  3 pm, y el lugar: 13100 SW 59th St, Miami, FL.

Este año el tema es "Mujer completa" y aquí te comparto el video promocional para que conozcas a nuestras invitadas. Yo también tendré el honor de llevar un mensaje durante el evento.


Si vives en Miami, cerca o conoces a alguien que pudiera asistir, ¡por favor compártele este mensaje!

Las inscripciones están disponibles en línea en icmiami.org a través de PayPal. El costo incluye almuerzo, merienda/café y los materiales de la conferencia. {$20.00 mujer adulta / $ 10.00 jovencita (12-18)}

No quería pasar por alto compartir contigo esta oportunidad. Como mujeres, con tantas responsabilidades y ocupaciones, siempre es bueno hacer un alto, descansar, recargar nuestras baterías y disfrutar un tiempo especial en la presencia de Dios. Si puedes venir, ¡allí nos veremos! 

Ahora me despedio de ti deseándote un excelente fin de semana.

Bendiciones,

Wendy 

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Todavía creo en el matrimonio

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El viernes pasado mi esposo y yo celebramos 21 años de haber dicho sí a Dios, y sí el uno al otro. Es más fácil planificar una boda que vivir un matrimonio. Y mucho más fácil soñar con una vida de casados que decidir vivirla.


En estos tiempos en que el matrimonio, como lo conocimos siempre, pareciera batallar por sobrevivir, quiero decirte a ti que quizá todavía no has dado el paso, porque no tienes edad, o porque el momento no ha llegado, o porque te asusta, ¡sí vale la pena! Y no lo digo simplemente porque hayamos cumplido un aniversario más. Lo digo porque Dios lo diseñó y por lo tanto, es bueno, valioso y sin dudas, un reflejo de la manera en que nuestro Creador quiere relacionarse con nosotros. Si no estás convencida, piensa en cómo la Biblia habla de Jesús como el novio que viene a buscar a su novia, la iglesia.

También aprovecho para decirte, si estás en las primeras etapas, si estás batallando por descubrir cómo vivir ahora que eres esposa: es una labor ardua, pero no una misión imposible. Recuerdo muchos momentos de exasperación, de cuestionar. Momentos en los que quise retroceder para no ceder. Momentos de frustración.

Pero recuerdo también muchos momentos de alegrías, de risa y llanto, de descubrir juntos, de vivir múltiples experiencias buenas y malas. Momentos de no saber qué hacer y no obstante, lanzarnos al futuro.

El matrimonio es mucho más que rosas, poemas y besos. Es más que citas románticas y canciones lindas. Es más que Hollywood y telenovelas. Matrimonio es esfuerzo. El esfuerzo de negarse a uno mismo. El esfuerzo de decidir amar en los momentos en que eso sería lo último que quisiéramos hacer. Esfuerzo para tener la humildad de pedir perdón y el valor de perdonar.

Matrimonio es también compromiso. El compromiso de ser fiel a las promesas que hicimos un día. Compromiso de seguir de juntos de la mano cuando ya los años jóvenes se hayan ido y vengan los achaques, las limitaciones.

Matrimonio es aprender. Aprender a saborear los pequeños momentos tanto como los grandes. Aprender a escuchar antes de hablar. Aprender de los errores y enmendarlos.

¿Cómo se logra un matrimonio exitoso, “hasta que la muerte nos separe” o Cristo venga?, dando el cien por ciento de uno mismo, con alegría y sin reservas. Lo de mi cincuenta y tu cincuenta no funciona en las relaciones exitosas porque eso implica egoísmo y reticencia.  Se decide seguir cuando entendemos que lo bello del amor es el reconocimiento de que no será perfecto, y aun así no lo cambiamos por nada.

Dedica tiempo a tu matrimonio. No olvides que aunque estás criando hijos, un hermoso privilegio que Dios nos da, un día ellos comenzarán su propia vida, volarán. Dales la bendición de ver en sus padres una relación hermosa, digna de imitar, donde para cada uno la felicidad del otro es prioridad. Es el orden dado por Dios. En todas las listas él pone primero al matrimonio.

El matrimonio, bajo el diseño de Dios, sí funciona. La idea contraria viene del enemigo que siempre quiere distorsionar la verdad. 

Celebramos 21 años y estoy convencida de que ha sido primero que nada, la gracia de Dios y su misericordia. Y sí, ha sido también una decisión mutua de cuidar nuestro matrimonio y crecer en nuestro amor. Han sido los mejores años de mi vida. Disfruto cada segundo de esta aventura. Si tuviera que empezar de nuevo, lo haría sin pensarlo un segundo, incluso sabiendo que no siempre todo será fácil. Yo todavía creo en el matrimonio. 

Bendiciones,

Wendy 

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¿Cómo te defines?

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¿Qué soy? ¿De dónde vine? ¿Para qué estoy aquí? Preguntas que nos hacemos de maneras diferentes pero todo ser humano sobre la tierra, en un momento u otro, ha pensado en ellas.


Hoy quiero proponerte algunas respuestas, de manera sencilla, usando un solo versículo de la Biblia. ¡Así de poderosa es la Palabra de Dios!

Efesios 2:10 dice: 
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”. 
De aquí vamos a sacar nuestras respuestas. 

Lo primero que necesitamos aprender: Somos hechura de Dios. Y esa palabra, hechura, viene del griego “poiema” que significa obra de arte…y de donde viene también nuestra palabra poema. ¿No te parece increíble? Tú y yo somos una obra de arte con la firma de Dios. 

En Salmos 139:14, el rey David escribió: “¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!” Él entendió que aunque estaba lleno de defectos, Dios hace de cada uno de nosotros algo especial, digno de admiración.
 
Pero, ¿cómo es posible ser una obra de arte y tener defectos? Porque Dios ve aquello que seremos al final, cuando haya terminado su obra y nos redima por completo. Él comenzó la buena obra, como dice Filipenses 1:6, y la hará perfecta el día de Jesucristo, es decir, a su venida.

¿Qué caracteriza a una obra de arte? Es única. Cada una de nosotras es única, Dios no nos hizo para que nos pareciéramos a nadie ni nos va a preguntar un día: “¿por qué no fuiste como Esther, como Débora? Sí, esas mujeres nos inspiran pero cada una fue muy diferente de la otra. Única. Tenemos que aceptar que somos únicas y abrazar nuestra singularidad. En todo.

La segunda parte de la respuesta se refiere a nuestro origen. El pasaje dice que fuimos creadas en Cristo. De ahí venimos; del plan de Dios para redimir a su creación, plan que estuvo presente desde el principio. Somos un resultado de lo que Cristo hizo en la cruz y eso implica una creación nueva. 

El griego original usa una palabra que quiere decir crear, formar, pero también incluye cambiar o transformar completamente. Y el origen de la palabra se refiere a ser propiedad del fabricante. ¡Tremendo! Le pertenecemos a Dios.  

En Efesios capítulo 1 dice que “Dios nos escogió en él [en Cristo] antes de la creación del mundo….nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo”. De ahí venimos nosotras. Ese es nuestro origen. 

Y el último fragmento nos habla de nuestro propósito: Para buenas obras. Ese es el por qué. La fe no es por obras pero sí es para obras. Dijo el apóstol Santiago que “la fe sin obras es muerta”. Cuando Dios nos creó, lo hizo con un propósito. Donde quiera que él nos ponga es para que produzcamos obras buenas, para que demos frutos. 

Efesios 1 también dice que fuimos creados para “para alabanza de su gloriosa gracia”. ¿Para qué estamos aquí? Para darle gloria a Dios mediante todo lo que hagamos. Esa es la “buena obra” suprema. Ese es el propósito supremo de nuestras vidas. Lo demás tiene que ser secundario.  ¡Y todo ya estaba en el plan de Dios! Fíjate que dice: “las cuales Dios dispuso de antemano”. Volvemos al Salmo 139:16: “Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos”. Nada es improvisación cuando se trata del plan de Dios.

Mi querida lectora, tú  no eres una casualidad ni un accidente, incluso cuando eso sea lo que tus padres puedan haberte dicho. Tú eres una obra de arte con la firma de Dios, que está en progreso. Tu vida tiene un origen divino, porque fuiste creada en Cristo, ¡eres parte del plan de Dios, desde antes de la creación del mundo! Y tienes un propósito en la tierra que va más allá de una profesión, una familia o un estatus social; tu propósito es que tu vida sea para la alabanza de la gloria de tu Creador. 

¡Dime ahora si eso no cambia por completo tú definición! Necesitamos adueñarnos de esta verdad y vivir conforme a ella. 

Antes de despedirme quiero commentarte que las publicaciones en el blog no serán tan frecuentes en los próximos meses porque comenzaré a trabajar en un nuevo proyecto... ¡un nuevo libro! Así que agradezco mucho tus oraciones y apoyo. Gracias porque como lectora de este blog eres una parte súper importante del llamado que Dios ha puesto en mi vida. 

También aprovecho para invitarte nuevamente a Bella 2016, Mujer Completa, una conferencia de la cual seré parte junto a Violeta Guerra, de Maestras del Bien, y Karisa Rivera de Mujer Radiante. Además estará Amalfi Blanco en la adoración. Si vives en Miami o cerca, ¡acompáñanos! Sé que será un evento para salir transformadas. Puedes inscribirte aquí. 

Bendiciones en tu fin de semana,

Wendy 

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Una palabra de esperanza

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Hay situaciones de la vida que nos llevan a pensar: ¿hasta cuándo, Dios? ¿Cuánto más tengo que esperar? ¿Cuándo saldré de este hoyo? Parece que así se sentía el autor de Salmos 119 cuando escribió: “Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates pero he puesto mi esperanza en tu palabra. Mis ojos se esfuerzan por ver cumplidas tus promesas, ¿cuándo me consolarás?”  (vv. 81 y 82).  La clave está en la frase que está negritas: a pesar de su cansancio y angustia, tenía esperanza en la palabra dada por Dios. 



Lee los versículos que siguen:
Tu eterna palabra, oh Señor, se mantiene firme en el cielo. Tu fidelidad se extiende a cada generación, y perdura igual que la tierra que creaste. Tus ordenanzas siguen siendo verdad hasta el día de hoy, porque todo está al servicio de tus planes. Si tus enseñanzas no me hubieran sostenido con alegría, ya habría muerto en mi sufrimiento. Jamás olvidaré tus mandamientos, pues por medio de ellos me diste vida.

Cuando las circunstancias que vivimos no son agradables ni siquiera llevaderas, tenemos que escoger dónde poner la esperanza. Este hombre estaba en el banco de la paciencia, su vida detenida. ¡Quién sabe lo que estaba esperando! No obstante, él estaba seguro de que la palabra de Dios es eterna, de que su verdad es intemporal porque va más allá del día de hoy y, todavía más importante, comprendió que la Palabra de Dios nos sostiene y nos da vida.

Ahora bien, no es una fórmula mágica. No se logra nada con dejar la Biblia abierta sobre la mesa de noche ni siquiera con llenar las paredes de versículos bíblicos, aunque me gusta tenerlos en lugares visibles para recordarlos. Es una cuestión del corazón. Para que la Palabra de Dios produzca en nosotros este efecto necesitamos conocerla, aprenderla, vivirla y sobre todo, pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine para entenderla bien. Una vez que la tenemos dentro se convierte en una provisión de la que nos nutrimos constantemente, un tesoro que nadie nos puede quitar.

Tal vez hoy te sientes como este salmista, ¿hasta cuándo, Señor?, esa es la pregunta que una y otra vez regresa a tu mente. Yo no puedo responderla, ni creo que haya quien pueda hacerlo. Pero hay algo que sí puedo decirte con certeza: haz de la Palabra de Dios tu esperanza. Mira el versículo 114: “Tú eres mi refugio y mi escudo;  tu palabra es la fuente de mi esperanza” (cursivas de la autora). Mientras la vida parezca estar en pausa, aférrate a la esperanza que se encierra entre Génesis y Apocalipsis.

Y déjame decirte una última cosa, cuando vivimos así, agarradas a esta esperanza, los que nos rodean también se contagian: “Que todos los que te temen encuentren en mí un motivo de alegría, porque he puesto mi esperanza en tu palabra”  (v. 74). Cuando alguien está desesperanzado, angustiado, deprimido, y nosotros compartimos la esperanza que tenemos, le transmitimos alegría. Usa, por ejemplo, la tecnología. Un mensaje de texto, un estatus en Facebook o Twitter con un versículo bíblico puede ser justo lo que una persona necesita en un momento dado. Me ha pasado, y seguro que a ti también.     

¿Qué podemos concluir entonces de estos versículos de Salmos 119? Lo que varios siglos después Pablo reafirmó con su pluma mientras escribía a los cristianos de Roma: “Y las Escrituras nos dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las promesas de Dios” (Romanos 15:4, cursivas de la autora). 

La Palabra de Dios es un caudal de esperanza que él nos ha regalado. Pero ningún regalo es útil guardado en un rincón. Tenemos que darle el uso necesario. En este caso, creer que es nuestro, amarlo, vivirlo y ponerlo en práctica. Así podremos decir junto con el salmista: “Tus leyes son mi tesoro; son el deleite de mi corazón. Estoy decidido a obedecer tus decretos hasta el final” (111 y 112).

Vive con esperanza, ¡esa es la vida que Dios diseñó!

Wendy 

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Una palabra que tiene poder

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Conocí a un pastor norteamericano que ya está con el Señor pero fue un gran conocedor de la Palabra y excelente predicador.  En una oportunidad, cuando servía como orador principal de un retiro en el que yo participaba como su intérprete, nos dijo sobre la manera en que él estudiaba la Palabra de Dios que nunca he olvidado. 

Nos contó que cada vez que se sentaba a leerla, él oraba con las palabras del versículo 18 de Salmos 119: 
“Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas”. 

¡Cuánta sencillez y a la vez profundidad! Con nuestros ojos naturales podemos leer la Biblia pero no descubriremos su verdad; sin embargo, cuando Dios abre nuestro ojos, las maravillas de sus enseñanzas comienzan a cobrar vida. No sé si lo has probado, pero la próxima vez que te sientes a leer la Biblia, pídele a Dios que abra tus ojos para que puedas ver lo que él tiene para ti.

Y es evidente que el autor de este Salmos tenía sus ojos bien abiertos porque mira lo que escribió en el versículo 25: “Estoy tirado en el polvo; revíveme con tu palabra”. Este hombre entendió que solo la Palabra de Dios puede revivirnos cuando estamos en los sitios más oscuros y profundos. Esa es una de sus maravillas. 

Imagino que tú, como yo, has pasado por momentos de sentir que estás tirada en el polvo. ¿Cuál es tu reacción? Muchas veces lloramos, otras corremos a contarle a alguien, quizá como a mí te gusta escribirlo, pero la verdad es que ninguna de estas cosas nos puede revivir, solo la Palabra de Dios tiene ese poder.  Y fíjate que aunque este hombre sufría tristeza, él buscaba aliento en la Palabra (“Lloro con tristeza; aliéntame con tu palabra”, v. 28). Nuestra arma contra el desánimo, la tristeza y muchas otras cosas que el maligno trata de presentarnos tiene que ser la Palabra de Dios.

Observa lo que dice el versículo 29: “Líbrame de mentirme a mí mismo; dame el privilegio de conocer tus enseñanzas”. ¡Cuántas veces vivimos experiencias que solo son el resultado de mentiras que nos creemos, o incluso concebimos en nuestra propia mente pero que no tienen nada que ver con la verdad de Dios! No sé tú pero yo quiero usar este versículo como oración personal. No quiero tener “mi verdad”, solo quiero la verdad de Dios. La Palabra de Dios “deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos”, nos revela la verdad. No quiero vivir engañada ni presa de mis percepciones o conceptos, quiero la verdad de Dios que es la única que nos hace libres… y felices.

Lee conmigo el versículo 35: “Hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro mi felicidad”. Estoy segura de que quien escribió esto ya había probado otros caminos donde no encontró la felicidad que buscaba (lee el versículo 36). Quizá halló alegría momentánea, satisfacción temporal. Pero llegó a entender que al andar en los caminos de Dios experimentamos la verdadera felicidad. ¿Qué clase de felicidad estamos buscando? ¿Efímera, como todas las cosas de este mundo, o eterna, como lo que Dios nos ofrece al vivir conforme a su Palabra? Más de una vez me he sentido atraída por lo efímero, al punto de que me quita la alegría… ¡qué búsqueda tan inútil! 

Mi querida lectora, no caigamos en esa trampa. Podemos experimentar una felicidad superior. Busquemos la obediencia a Dios. No siempre será fácil. Es un acto contrario a nuestra naturaleza caída e imperfecta. Pero ¡cuán grande es la recompensa! Lee Deuteronomio 28 y verás la gran diferencia entre obedecer los mandatos de Dios y no hacerlo.

Yo quiero, como el autor de Salmos 119, apartar mis ojos de cosas inútiles y vivir la vida como Dios la diseñó, una vida regida por su Palabra. ¿Tú también? Espero que sí.

Muchas bendiciones en tu fin de semana,

Wendy 

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De amor, respuestas y fidelidad

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El autor de Salmos 119 llegó a comprender ciertas cosas acerca del carácter de Dios que nosotros necesitamos aprender y recordar siempre.


La primera: El amor de Dios es inagotable. En la Nueva Traducción Viviente el término amor inagotable aparece seis veces en Salmos 119 y 121 veces en toda la Biblia. En hebreo esa frase incluye la acepción amor que no cambia y también misericordia

¿Has experimentado amores cambiantes, alguien que ayer te amó y hoy ya no te ama? Es posible a nivel humano, pero nunca con Dios. Su amor por ti no se agota ni cambia, y no depende de lo que hagas o dejes de hacer. Dios te ama porque sí, porque está en su naturaleza hacerlo.  Si te cuesta aceptarlo por las tantas veces en que el amor humano te ha herido o traicionado, pídele que te ayude aceptar su amor inagotable, a sentirlo de manera real.  Dios quiere tener ese tipo de relación contigo, él te persigue, te atrae con cuerdas de amor. Busca Salmos 13:5; 89: 2; 119:41;   Jeremías 31:3, Oseas 11:4; Romanos 8:31-39. (Puedas usar Biblegateway.com para comparar versiones.)

La segunda: Dios responde a la oración de sus hijos. Una estrategia favorita de Satanás es hacernos pensar que Dios ignora nuestras oraciones, que no son importantes para él y que mejor busquemos otra vía de solución. Pero no funcionó con este salmista. Mira lo que dice el versículo 26: “Te conté mis planes y me respondiste” y en el 151 lo confirma: “Pero tú estás cerca, oh Señor”. Dios no se va de vacaciones ni tiene una máquina contestadora para que dejemos mensajes hasta que pueda devolvernos la llamada. Él responde, lo que sucede es que la respuesta NO siempre es en el momento que queremos, o no siempre es el sí que queremos, y es ahí donde batallamos nosotros. Pero no hay techo ni fenómeno atmosférico  que puedan impedir que nos escuche; Dios está siempre cerca, aunque a nuestra mente finita le parezca imposible. 

¿Sientes que Dios no te está escuchando? Lee estos pasajes y anótalos en tarjetas, llévalos en tu cartera, úsalos como recordatorio de que Dios sí escucha y está cerca. Salmos 116:1; 145:18; Nahúm 1:7.

La tercera: Dios es fiel. El autor de Salmos 119 estaba convencido de la fidelidad de Dios y por tanto le pedía el cumplimiento de sus promesas o se las recordaba. En Salmos 119 (NTV), la palabra promesa o promesas aparece 8 veces y prometiste aparece 9, todas se refieren a Dios. 

Cuando la infidelidad nos ha marcado de una manera u otra, aceptar que Dios sea fiel se nos hace difícil. El corazón se rehúsa a confiar. Por eso es crucial que aprendamos de memoria la Palabra, o como dice el propio salmo 119, que la atesoremos, para que cuando lleguen las situaciones difíciles, recordemos que Dios es fiel y que lo que ha prometido lo hará, tal y como lo creía este antiguo salmista. 

¿Te resulta difícil aceptar que Dios sea fiel, siempre? Aunque él ya lo sabe, cuéntaselo y pídele que sane tu corazón de las heridas pasadas para que hoy puedas ver su fidelidad en tu vida. Algo práctico, lleva una lista de todas las ocasiones en que la fidelidad de Dios se ha manifestado en tu vida. Cuando te sientas tentada a dudar, regresa a tu lista para que te sirva de recordatorio. Lee Deuteronomio 7:9; Malaquías 3:6; Isaías 54:10; 1 Corintios 1:9; 2 Timoteo 2:13.

Y la cuarta y última a la que quiero referirme: Para conocer a Dios tenemos que cultivar la relación. ¿Queremos experimentar estos y otros rasgos de su carácter? No podemos limitarnos a una lectura apurada de la Biblia, ni al sermón del domingo o lo que escuchamos en la radio cristiana. Tenemos que aprender del salmista: “¡Oh, cuánto amo tus enseñanzas! Pienso en ellas todo el día” (v. 97). ¿Será que este hombre no hacía nada más? ¡Claro que no! Solo que aprendió que la Palabra de Dios no es un aspecto de su vida sino algo que afecta todas las esferas de su vida. De eso se trata. 

Mi querida lectora, entender que Dios nos ama con amor inagotable nos ayuda a descansar en él. Saber que nos escucha, y creerlo así, es nuestra garantía para correr a sus brazos constantemente. Recordar su fidelidad nos dará fuerzas cuando el panorama parezca oscuro y carente de esperanza. Y cultivar nuestra relación con Dios nos dará la llenura que tanto anhelamos en nuestro corazón. 

Te invito a plantar estas verdades en el terreno de tu alma, dejar que echen raíces y verás cómo florecen. Deja que Dios obre su diseño en ti. 

Una nota: No dejemos de orar por Ecuador.  Oremos por consuelo para las familias que han perdido seres queridos o todo lo que tenían. Oremos por las personas de los equipos de rescate y ayuda. Y oremos para que un momento tan difícil sea una oportunidad para llevar la esperanza de vida en Jesús.

Bendiciones en tu semana,


Wendy 

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Princesas de Disney y una vida en libertad

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“Caminaré en libertad, porque me he dedicado a tus mandamientos”, cuando lo leo casi parece una paradoja. ¿Obedecer mandamientos me lleva a la libertad? Yo creía que la libertad era simplemente hacer lo que quisiera sin obedecer a nadie ni rendirle cuentas...


Quizá has escuchado un diálogo semejante a esto que acabo de escribir, o tal vez un monólogo, dentro de ti misma. El mundo se ha encargado de vendernos la idea de que libertad es libertinaje donde todo el mundo hace lo que se le antoja, cuando y donde se le ocurra. Si te pones a analizarlo, viene desde que somos pequeñas con historias tan lindas como las de las princesas de Disney. 

Veamos a Ariel, la sirenita. ¿Cuál es el centro de la historia? Ariel quiere una vida diferente a la que tiene, sin la cola de sirena y con piernas de humana que le permitan ser libre. Para lograrlo no importa si tiene que desobedecer a su papá y poner su vida en riesgo. Claro, como película al fin, el final es feliz y ella y este príncipe desconocido vivieron felices para siempre. El mismo tema se repite en libros, televisión, sistemas educativos, etc. Es una idea muy vieja, ¿sabes?, y quien primero la vendió fue Satanás en Edén, y Eva se la compró.

Sin embargo, el autor de Salmos 119 entendió que puede haber un camino diferente. La verdadera libertad solo llega cuando obedecemos a Dios. ¿Cómo se explica eso? ¿Acaso Dios no nos va a limitar con restricciones y toda clase de impedimentos? Si fuera así, entonces lo que tenemos es una religión que nos dice haz esto para obtener aquello. Pero no se trata de eso. No fue para amarrarnos a una religión que Dios dio a Jesús. ¡Al contrario! Fue para liberarnos de todo tipo de cadena religiosa. 

Cuando entendemos la manera en que Dios nos ama, y que su amor es perfecto, entonces obedecer sus mandamientos en realidad es un deleite para nosotros porque sabemos que detrás de cada mandamiento de Dios hay un sistema de protección que solo busca nuestro bien. Es por eso que este hombre escribió en los versículos 47 y 48:
¡Cuánto me deleito en tus mandatos!¡Cómo los amo!Honro y amo tus mandatos;en tus decretos medito.

La pregunta es, ¿hemos llegado tú y yo a ese mismo entendimiento? ¿Hemos comprendido que el verdadero amor a Dios refleja obediencia en todo y no solo en aquello que nos resulta fácil o nos gusta? Fue el propio Jesús quien más adelante afianzara estas palabras: “Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman” (Juan 14:21).

Amiga lectora, si queremos vivir la vida abundante que Dios diseñó tenemos que entender de una vez y por todas que es una vida de obediencia, de rendición. Dios te ama de tal manera que dio lo mejor de sí por ti, su Hijo. ¿Cómo es posible entonces que podamos pensar que cuando él nos pide que le obedezcamos en su mente haya otra cosa que no sea nuestro bien? No le creas al enemigo que te susurra que tú sabes qué te conviene más, qué camino tomar. No le creas cuando intente venderte la idea de que Dios es un aguafiestas cósmico pasado de moda que está bien para el domingo pero no para el resto de la semana. DIOS TE AMA.  Dios nos ama. Pero no podemos disfrutar de la plenitud de su amor con una vida desobediente que se resiste a sus mandamientos.

Sí, estoy de acuerdo contigo. No siempre será fácil hacerlo porque nuestro ADN ya tiene codificado el pecado y la rebelión. Pero tampoco es imposible porque tenemos en nosotros al Espíritu Santo. ¡Clama y pide ayuda cada vez que sea necesario!

Los versículo 55 y 56 son el colofón de este tema: “De noche reflexiono sobre quién eres, Señor; por lo tanto, obedezco tus enseñanzas.  Así paso mis días: obedeciendo tus mandamientos.”

Entender quién es Dios nos hace obedecerle. Esta es la manera de vivir la abundancia de Dios y, como el salmista, yo también quiero pasar así mis días.

Muchas bendiciones en tu fin de semana, 


Wendy 

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El hábito que hará que tu vida siempre agrade a Dios

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Han pasado unos cuantos años ya de mis tiempos de adolescente, pero todavía los recuerdo muy bien. Y recuerdo también cómo las horas que mis abuelos dedicaron a sembrar en mí la Palabra de Dios fueron el ancla que muchas veces me sostuvo cuando estaba triste o temerosa, pero más que nada, lo que muchas veces me impidió tomar decisiones de las que luego me hubiese arrepentido. 


No tuve una juventud perfecta y si pudiera empezar otra vez, cambiaría unas cuantas cosas, pero reconozco que la Palabra guardada en mi corazón fue clave para sentir temor de Dios y buscar agradarle, aunque no fuera siempre o en todo.

Quizá era justo en eso en lo que pensaba el autor de Salmos 119 cuando escribió las líneas que hoy tenemos como el versículo 9: 
¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra.

Tal vez eres joven y batallas con la pureza. Te entiendo, todos pasamos por ahí. Y entiendo también que el mundo en que estás viviendo es una ametralladora que de continuo dispara para hacer caer todo intento de pureza en esta generación. Pero aquí tienes tu defensa: obedece la Palabra de Dios, esa es tu espada. Ah, y por cierto, la juventud no es la única que batalla con la pureza, esta verdad aplica a todos, no importa los años que tengamos.

El versículo 11 es una reiteración de esta receta para llevar una vida que agrade a Dios y que diga no al pecado. 
He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti.

De nada valen nuestras buenas intenciones ni cuántas veces digamos que no haremos esto o aquello. El corazón rendido a Dios y que se aleja del pecado es aquel que se alimenta de la Palabra. Así como nuestra piel es en gran parte el resultado de lo que comemos, un corazón conforme al de Dios se ha nutrido de sus dichos.  Y la buena nutrición no es cosa de una vez por semana, ni siquiera de días alternos o de una vez al día, es algo estructurado, y hasta cierto punto, constante. Lo mismo sucede con la nutrición espiritual. No puede quedar para el domingo ni siquiera para un bocadillo apurado cada día, tenemos que programarla, hacerla parte de nuestra existencia.  El versículo 13 nos ofrece un método sencillo para lograrlo: 
Recité en voz alta todas las ordenanzas que nos has dado.

Memorizar la Palabra nos ayuda a aprenderla y hacerlo en voz alta hace que se grabe mejor en nuestra mente. Si la fe viene por el oír, entonces cuando escuchamos la Palabra, nuestra fue crece. No te conformes con leerla en silencio, hazlo en voz alta, escúchala. ¡Verás la diferencia!

Por último, no es cuestión de leer por leer. Ni tampoco de leer con ojo intelectual.  Fíjate en el versículo 15: 
Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos.

La exhortación es a acercarnos a la Palabra de Dios con alma de estudiante deseoso de aprender. Y con corazón dispuesto a reflexionar.  ¿Qué dice el pasaje? ¿Cuál es el contexto? ¿Qué me dice a mí y cómo puedo aplicarlo a mi vida? Esas son algunas preguntas que puedes hacerte.

Por último, si la lectura de la Palabra de Dios es una carga para nosotros, entonces necesitamos volver al principio y pedirle a Dios que nos dé pasión por ella. Tenemos miles de libros cristianos buenos y un sinnúmero de autores excelentes. Estoy a favor de la palabra escrita porque me fascina hacerlo y creo que Dios me ha llamado a tocar vidas con ella. Pero entiendo que no hay libro humano, por muy bueno que sea, que pueda compararse con la Biblia. Y la razón es sencilla, ningún otro tiene la firma de Dios. Cuando entendamos y creamos en el poder que está encerrado en esas páginas, podremos entender también porqué este salmista escribió: 
Me deleitaré en tus decretos y no olvidaré tu palabra. (v. 16)

Ahora te invito a que leas con calma los versículos del 9 al 16 del Salmo 119 y anotes tus impresiones, lo que entiendes que Dios está diciéndote a ti en particular. Y como siempre, estás invitada a dejar tu comentario en el blog. ¡Gracias!

Bendiciones en una nueva semana, vamos a vivir atesorando la Palabra de Dios y viviéndola.


 Wendy 

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Una mujer fuera de serie (video)

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Hoy quiero compartir contigo una enseñanza en video. Forma parte de varios que hice en Periscope a finales de 2015 y que ahora poco a poco estaránb disponibles en mi canal de YouTube.




Este primer video se titula: "Una mujer fuera de serie", y nos da lecciones de alguien que, a pesar de tener todo en su contra, supo alzarse sobre las circunstancias y ser de bendición. Le pido a Dios que esta enseñanza también sea provechosa para tu vida.





¡Feliz miércoles!

Wendy 

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